Sergio Portela

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Estamos ante un artista que se ha formado a sí mismo empujado por su pasión creadora, una pasión en la que se adivina el latido de genes ancestrales, de su padre, el arquitecto César Portela, de su abuelo Agustín, el mejor dibujante pontevedrés de la segunda mitad del siglo XX, e incluso de su bisabuelo Francisco, aunque la pasión de este último era esencialmente literaria.

SERGIO PORTELA

Sergio Portela Campos, Madrid, 1970

Nace en Madrid pero se traslada a Pontevedra con tan solo un año, donde es criado y reside.

Comienza dedicándose esencialmente a la pintura, pero poco a poco va dedicándose a otras ramas como puede ser la arquitectura, profesión a la que también se dedica su padre Cesar Portela, la fotografía o la escultura.

En esta última es en la que obra una mayor importancia y gracias a la cual podemos disfrutar de obras suyas en las vías públicas de muchas localidades de Galicia como pueden ser Tui, Lalín, Vilaba, Vigo, Santiago o A Coruña.

Para este tenebrista salvaje o alquimista impaciente, la pintura, la escultura y la fotografía son distintas maneras de abarcar el mundo: el propio y el ajeno.

La pintura de Sergio, que alcanzó tempranamente un sorprendente virtuosismo técnico, corresponde básicamente a un período de su vida en el que los demonios interiores invadieron abruptamente sus cuadros, como los demonios de Goya invadieron sus pinturas negras. Recurriendo al viejo canon podríamos decir que lo dionisíaco se impone a lo apolíneo, y el tánatos al eros.

En la escultura, sin embargo, flota una brisa más suave y apacible, la elegancia del desprendimiento. La sonrisa se enfrenta al abatimiento, y cierto espíritu apolíneo recorre su trayectoria, por lo demás fáustica.

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Cesar y Seergio Portela conmigo